Pacientes mayores que cambian a genéricos: factores relacionados con la edad
dic, 8 2025
Los pacientes mayores que cambian de medicamentos de marca a genéricos no están solo haciendo una elección económica. Están entrando en un mundo donde el cuerpo cambia, la mente se confunde y el miedo a lo desconocido puede ser más fuerte que cualquier ahorro en la factura. Aunque los genéricos cumplen con los mismos estándares de la FDA que los de marca -mismo ingrediente activo, misma dosis, misma forma de administración-, muchos adultos mayores sienten que algo ha cambiado. Y eso no es solo percepción. Es una realidad que afecta la salud, la adherencia y hasta la supervivencia.
¿Por qué los genéricos generan desconfianza en los mayores?
Menos de la mitad de los pacientes mayores de 65 años creen que los medicamentos genéricos son tan seguros o efectivos como los de marca. Eso no es casualidad. En estudios realizados en centros de atención primaria en Nueva York, muchos ancianos describieron sentirse peor después de cambiar de Synthroid (marca) a su equivalente genérico. Algunos reportaron fatiga, palpitaciones o pérdida de peso sin razón. Otros, al ver que la pastilla ahora era más pequeña, de otro color o tenía una marca diferente, pensaron que algo había salido mal. Y no es solo en hipotiroidismo. En la comunidad de Reddit r/geriatrics, 73% de los 147 comentaristas que cambiaron de marca a genérico en levothyroxina dijeron que sus síntomas volvieron.
Esto no significa que los genéricos sean peores. Significa que los mayores no siempre entienden que una pastilla diferente no es una pastilla peor. La confusión viene de la falta de explicación clara. Cuando un médico simplemente dice “ahora tomas este”, sin mostrar la diferencia, sin hablar de bioequivalencia, sin dibujar una imagen, el paciente asume lo peor. Y en un mundo donde la salud es lo más importante, el miedo a perder el control es real.
El cuerpo cambia, y eso afecta cómo funcionan los medicamentos
Con la edad, el cuerpo no procesa los medicamentos como antes. Los riñones ya no filtran tan bien. El hígado no metaboliza con la misma rapidez. El peso corporal disminuye, y la grasa y el agua en el cuerpo cambian su proporción. Todo esto altera cómo se absorbe, distribuye y elimina un fármaco. En personas mayores de 85 años, casi la mitad tiene una función renal reducida (clarificación de creatinina por debajo de 50 mL/min). Eso significa que incluso pequeñas variaciones entre una marca y un genérico -que la FDA permite dentro de un rango del 80% al 125%- pueden tener más impacto en ellos que en un adulto joven.
Esto es especialmente crítico con medicamentos de índice terapéutico estrecho. Estos son fármacos donde la diferencia entre una dosis efectiva y una tóxica es mínima. La warfarina, usada para prevenir coágulos, es un ejemplo clásico. Un estudio canadiense de 134,967 pacientes encontró que, tras cambiar de marca a genérico, hubo un 18,3% más de visitas a urgencias en los 30 días siguientes. Por eso, la Sociedad Americana de Geriatría recomienda evitar la sustitución automática de warfarina sin monitoreo cercano del INR. Lo mismo aplica para la fenitoína, la digoxina o el litio. No es que los genéricos sean malos. Es que en estos casos, la estabilidad es tan importante como la eficacia. Y cambiar de formulación sin seguimiento puede ser peligroso.
La polifarmacia: el peligro silencioso
Uno de cada dos adultos mayores toma cinco o más medicamentos al día. Eso se llama polifarmacia. Y es el mayor factor de riesgo para eventos adversos. En Estados Unidos, los adultos mayores generan 26,8 millones de visitas anuales a emergencias por problemas relacionados con medicamentos. Cuatro de cada diez medicamentos que usan son de venta libre: ibuprofeno, paracetamol, aspirina, diphenhydramine. Muchos los toman en combinaciones que contienen múltiples ingredientes activos. Un 26% de los que usan aspirina lo hacen en dosis peligrosas. Un 45% de los que toman paracetamol superan la dosis segura. Y todo esto se complica cuando cambian de marca a genérico. Porque ahora no solo tienen que recordar qué tomar, sino también qué forma, qué color, qué nombre tienen cada pastilla.
Los medicamentos inapropiados para mayores -según los criterios Beers y STOPP/START- aumentan el riesgo de caídas, confusión, insuficiencia renal y hospitalización en un 91%. Y cuando se cambia un medicamento, incluso por uno más barato, sin revisar el conjunto completo del tratamiento, se puede desencadenar un efecto dominó. Un genérico de hipertensión puede interactuar con un genérico de colesterol que a su vez puede intensificar los efectos de un anticoagulante. Sin una revisión completa, cada cambio es una apuesta.
La brecha de alfabetización: cuando no entiendes lo que te dan
El 36% de los adultos mayores en Estados Unidos tienen una alfabetización en salud insuficiente. Eso significa que no entienden bien las instrucciones, no reconocen los nombres de los medicamentos, no saben qué es un genérico. Y cuando un farmacéutico les da una pastilla nueva, muchos simplemente la toman sin preguntar. O peor: la dejan de tomar porque creen que “no funciona igual”.
Una técnica que funciona: el “teach-back”. En lugar de decir “aquí tienes tu medicamento”, se les pide al paciente: “¿Me puede decir cómo va a tomar este medicamento y por qué?”. Estudios muestran que con este método, la adherencia mejora un 42%. También ayuda mostrar imágenes comparativas: una foto de la marca y una del genérico, con el mismo ingrediente activo resaltado. Verlo, no solo oírlo, hace la diferencia. Un paciente que entiende que la pastilla azul de ahora es lo mismo que la roja de antes -solo que más barata- es mucho más probable que siga tomando.
Los datos no mienten: los genéricos funcionan, pero el miedo sí
Los números son claros. En 2022, los beneficiarios de Medicare llenaron 527 millones de recetas genéricas. Eso representa el 89,2% de todas las recetas. El ahorro promedio por paciente fue de $327 al año. El ahorro total del sistema fue de $602 por beneficiario. El mercado de genéricos en EE.UU. vale más de $61 mil millones. Y no hay evidencia científica sólida que demuestre que los genéricos sean menos efectivos en ancianos.
La realidad es que la mayoría de los pacientes mayores no notan ninguna diferencia cuando cambian a genéricos para condiciones como la hipertensión o el colesterol. El 82% de los encuestados por AARP dijeron que no sintieron cambios. Pero el 20-40% de los que tienen dudas sobre la equivalencia -especialmente en grupos de bajos ingresos o con poca educación- no toman el medicamento como se debe. Y eso es lo que mata. No la diferencia química. El miedo. La confusión. La falta de comunicación.
¿Qué pueden hacer los médicos y cuidadores?
El cambio a genéricos no debe ser un trámite administrativo. Debe ser una conversación. Y debe incluir tres cosas:
- Revisión completa del medicamento: ¿Qué toma el paciente? ¿Cuántos? ¿Cuáles son de índice terapéutico estrecho? ¿Hay interacciones? Un farmacéutico clínico puede reducir medicamentos inapropiados en un 37% en pacientes mayores.
- Explicación visual y clara: Mostrar las pastillas, compararlas, señalar el ingrediente activo. Usar lenguaje simple: “Este es el mismo medicamento, solo que lo fabrica otra empresa y cuesta menos”.
- Seguimiento cercano: No basta con cambiar y olvidar. En los primeros 30 días después de un cambio, especialmente con warfarina, tiroides o antiepilépticos, se necesita una revisión. Un control de INR, una llamada telefónica, una consulta rápida. Eso reduce el riesgo de complicaciones.
Los sistemas de apoyo clínico computarizados, combinados con educación a los médicos, mejoraron la prescripción adecuada en ancianos en un 30%. Eso no es poco. Es una vida salvada.
El futuro: más genéricos, pero ¿mejor comunicación?
Para 2030, se estima que el 93,5% de las recetas de Medicare serán genéricas. Eso es bueno para el sistema. Pero si no se resuelve el problema de la desconfianza, los ahorros se perderán en hospitalizaciones por no tomar los medicamentos. La Sociedad Americana de Geriatría ya está actualizando sus guías para emergencias, y por primera vez incluirá recomendaciones específicas para farmacéuticos que trabajen en urgencias con ancianos. El Plan Nacional de Prevención de Eventos Adversos por Medicamentos también apunta a los antiinflamatorios, que causan el 15,4% de todos los eventos adversos en mayores.
Hay tres estudios en curso del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento que comparan directamente los efectos de marcas y genéricos en personas mayores con múltiples enfermedades. Los resultados, que saldrán en los próximos años, podrían cambiar las pautas. Pero ya sabemos algo: no es el medicamento lo que falla. Es la forma en que lo explicamos.
El cambio a genéricos no es una cuestión de ciencia. Es una cuestión de confianza. Y la confianza no se gana con leyes o ahorros. Se gana con tiempo, con paciencia, con mirar a los ojos y decir: “Sé que esto es diferente. Pero no es peor. Y lo necesitas”.